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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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04-07-2019

Adios al Amigo

 

 

SURda

Notas

Tato López

 

El sufrimiento, no aumenta con la cantidad de los que sufren,un cuerpo puede contener todo el sufrimiento del mundo

Graham Greene

 

Revello era un cactus, pinchaba por fuera, y era sustancioso por dentro.

 

Si hubo una omisión asumida con exceso de lucidez, en la vida de Carlos Revello, fue no haber sido feliz.

Si vivió transitoriamente algo parecido a la misma, quizás se aproximara a ese estado que describe Jorge Luis Borges,referido a Almafuerte,”como una especie de nostalgia resignada”.

Sus momentos eufóricos eran cuando se levantaba, en esos breves instantes en que nada se recuerda aún.

En una sociedad, en la cual el éxito, la prosperidad material,está vinculada indisolublemente a la felicidad, el loco Revello ni siquiera la mencionaba, tenía hacia esta; un desprecio constitutivo, sobrio, que hacía como que la igonoraba.

En los últimos meses de vida, ya casi había renunciado a escribir con esa pluma insiciva y contundente que lo caracterizó.

En su último artículo escribió un anti obituario en memoria del fallecido Julio Marenales, dónde lo caracteriza con desprecio, como un viejito auto complacido, sus motivaciones eran bifrontes, por un lado, ponía en cuestión la actitud del occiso y de sus homólogos ,y por otro lado, era rotunda censura para desenmascarar a cultores y exegetas, que prosperaron mediante la adulancia, a la sombra de sus omisiones, haciendo de estas, culto obsecuente y nada ingenuo .

 

La personalidad de Carlos, era multifacetica y compleja; un sincretismo de dos generaciones que sacudieron el letargo de una sociedad cansina, que expresaba su tiempo y el que lo precedió.

Supongo que le hubiera dado malestar estomacal una evocación ditirambica y edulcorada a quien no fue precisamente una malva

Revello era un cactus, pinchaba por fuera, y era sustancioso por dentro.

Conjugaba dos características contradictorias, un rigor para investigar conjugada con la enjundia en sus conceptos, y su contracara,una defensa irreductible de la amistad que lo llevaba al límite del “todo o nada”.

Podía defender ese estatuto, aún en actitudes poco estéticas de sus amigos cuando los borraba de ese escaso registro personal, no había acto que los redimiera.

Esa conjugación, de machismo codificado a la antigua, lo mutilaba para hablar de sus dolores, sobrio con los mismos sólo alguna referencia a la muerte prematura de un hermano que se agotaba en la propia mención.

Eso contrastaba con su pensamiento abstracto y la fina percepción de la política, despojada de ideologismos y conveniencias personales.

No creo que Revello se aferrara a la muerte como idea seductora su tránsito hacia la misma no fue consecuencia de un derrotero fatal, sus propios códigos de vida se lo impedían, eso era para poetas contrariados y frágiles, vulnerados en su vanidad, pero había perdido interés por la vida.

No le interesaba estar joven del tiempo ajeno, ni le molestaba estar viejo de su propio tiempo.

Llevo al límite su fortaleza física, su corazón, abusando de este, como un motor exigido a la mayor cantidad de vueltas, sin aceite ni próximo itinerario en su horizonte, consumiendose en los efectos de su combustión, quizás como siempre vivió “al mango” de sus propias verdades.

Hace una semana que habia entrado en coma, quizás de una manera supersticiosa, pense que había hecho un buen trato con la muerte, desafiando su pronta llegada, a cambio de sortear la indignidad de la decrepitud.

Por coincidencia, sus últimos momentos de lucidez, los vivió en compañía de amigos, pero Carlos supo desde siempre, que se muere sólo., lo demás, son ditirambos para la galería

Tato López

 

 

 

 



 
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